El rap del exilio
La noche latinoamericana, de Nervinson Machado
Santiago de Chile, julio 2013.
A la noche siguiente
de haber llegado a Chile por segunda ocasión, esta vez para quedarme por 6
años, si mi memoria no me falla, visité un café en el barrio Londres y París.
Pensé que todo había sido un juego y pronto la idea fue tomando forma, un
espiral descendente que dejó claro que ganara quien ganara,yo sería el
perdedor: si recuerdas pierdes, si olvidas pierdes. Pero eso lo supe después,
con la inquietud de los años, cuando ya había colgado el teléfono al futuro. El
hombre que se había acercado a la mesa esa noche me había entregado este
manuscrito a medio terminar, me tocó a mí completarlo, y como una maldición,
también me tocó ser testigo de aquel exiliado de un país latinoamericano, su
nombre era Nérvinson Machado.
La
noche que me visitó un colibrí
El colibrí de los
sueños me visitó una noche para contarme la manera como se construyen los días.
Justamente aleteaba tanto que pensé que los días se hacían al mover los brazos
como loco y empecé a mover mis brazos como si fueran aspas de ventiladores que
producirían tornados que arrastrarían los sueños más allá de la puerta.
Ahora sé que soy una
tristeza que donó su hedor a los días que no llegaron en medio de una noche que
no lo merecía. Ahora sé que los sueños caminan como cadáveres, abren la puerta
de la noche, circulan por las calles con cara de desfachatados, se ahogan en
cerveza y ninguno está acompañado de un colibrí. Y uno los ve y les dice:
ustedes son mis muertos, ustedes son mis cadáveres, y ellos voltean las caras
como si no te conocieran.
TODO
ESTO ES UNA MALDITA LOCURA
Ahora sé lo que
ignoraba. Ahora sé que los sueños tienen tanto de mí que me dejan sin nada.
Ahora sé que estoy en blanco por dentro porque todos mis sueños se fueron lejos
de esta casa y se llevaron mi amor y mi odio cuando se escaparon una noche
latinoamericana.
Quisiera
entonces un autógrafo
de los
relojeros sin tiempo.
Ahora
sé que la noche latinoamericana no es mi patria,
y el colibrí no dejó de sacudirse enloquecido porque yo pensé en la palabra
patria. Y el colibrí se puso justo frente al reloj y me señaló con el pico la
hora, y lo recuerdo bien, la hora era un país desvaneciéndose, un reloj
descompuesto, lo supe bien, la hora no era mi patria, lo supe bien, el tiempo
era Venezuela.
Ahora duermo con esta deuda de silencio.
Y sé que tengo una patria
que es un jardín colgante de lenguas muertas.
La patria es un suave papel higiénico que llega
a lo más profundo de ti, me dijo el colibrí, y subió a
lo más alto de la noche latinoamericana para lanzarse como un kamikaze al día.
Yo lo miré como no entendiendo nada. Fue ahí donde me enteré que yo era un
cadáver más dentro de la noche y que los días se construyen de cientos de
muertos como yo.
Un pájaro muerto fue mi memoria
y puedo jurar que lo vi volar más de una vez.
Ahora mí me tocará a
volar a Aprender
colibrí Como lo
visitó hizo latinoamericana el que me una noche
hombre Ahora volando
sobre pájaro piedras
tendréleloj que
buscar nuevo mi
Simplemente apilaré
los fragmentos de todas mis noches latinoamericanas para enterrar un árbol
donde ver crecer de nuevo un continente.
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