lunes, 16 de marzo de 2020

Reseña sobre Provisorio (1997-2019), de Luis Enrique Belmonte. Por José Antequera


Luis Enrique Belmonte (2020). Provisorio. Antología (1997-2019). Santiago (Chile): LP5 Editora, 146 págs.


Toda antología poética proyecta sobre el horizonte de una obra, la voluntad de presentar un punto de vista crítico o guía de lectura panorámica que muestre los contornos y las rutas significativas de esas esencias primordiales descubiertas, evidenciadas en su condición prístina de ser los núcleos reveladores de la impronta personal de esa escritura en el arco de existencia de la voz del poeta dentro del ciclo temporal de su obra. Esa presencia de poesía y vida antologada, indica las otras posibilidades de permanencia del escritor en su labor de orfebre de la palabra. Son éstas las que permiten leer, entre líneas, los rasgos bioliterarios  que incesantemente ingresan in sotto voce a la escritura, transformados por la conciencia del lector despierto en el descubrimiento del testimonio de una época, siempre vinculado a la mirada del poeta revertida en escritura  que imprime su huella en el espíritu de un momento de la cultura y los pormenores de detalles que la acompañan desde la totalidad de la subjetividad; escritura que se extiende dentro del campo de la invención de mundos expresivos, despojada de los condicionamientos alienantes de todos los determinismos políticos y contextuales consagrados por las interpretaciones de las modas, por los cartabones ideológicos de algunos modelos teóricos.
Decantadas por la acción permanente del tiempo y las muchas lecturas que sobre ellas recaen, las piezas textuales articuladas en esa antítesis de cajón de sastre  que debe ser toda antología poética (cuando la intensión de antologar resulta ser la comprensión coherente de una proyección futura o extraterritorialidad aérea y extensa de la conciencia crítica sobre la obra),   actualizan e intentan delimitar para el lector de hoy y de mañana, los contornos de la extensa y compleja realidad que tiende siempre a desbordarse sobre el territorio en permanente construcción de la obra del escritor. Así, una suerte de crecimiento radical encaminado hacia el centro de nuevas experiencias de lecturas y sentidos por descubrir, es el valor crítico fundamental que aporta toda antología como género del discurso de la textualidad literaria cuando va acompañada de la perspectiva panorámica que recupera para los lectores el material textual publicado o inédito, considerado por el propio autor y los editores como lo más notable y significativo de una obra completa o que está en su proceso de construcción.
Es en este sentido que esta antología provisoria de la obra publicada e inédita del poeta Luis Enrique Belmonte ―cuya selección de textos fue realizada por Gladys Mendía, directora de la editorial LP5 de Chile―, se presenta ante el público lector como una concreción acertada de los núcleos significativos por descubrir de esa obra, que ya hoy se avizora formará parte de la expansión incesante del español sobre el horizonte de la cultura literaria de la casa de la lengua. Además del atinado criterio selectivo de la editora, que fue más allá de la representación panorámica de las líneas imaginarias que marcan los contornos existenciales  de la expresión poética de Luis Enrique Belmonte en su tiempo (1997-2019), al incluir un ensayo y textos inéditos,  el valor agregado de la antología destaca y es notable en cuanto al diseño gráfico y los recursos documentales de esa mirada personal, íntima y afectiva del poeta que va acompañada de fotografías, dibujos y elementos visuales diversos aportados por artistas gráficos como Cristina Müller. Todos esos detalles muestran y ocultan a la vez, otros rostros del poeta por descifrar: músicas lejanas, introspecciones de imágenes como sueños, perspectivas fotográficas que intentan capturar las esencias de la luz y la sombra, y, en fin, el sentido del humor de ese rostro de Diógenes ebrio y nocturno poetizando la estridente realidad de una urbe contemporánea (¿moderna?) como Caracas, unificada con una imagen y una expresión cínica (en su acepción literal, etimológica) del sentido filosófico y poético de la existencia: “No encuentro mejor forma de hablar de la poesía y la metrópolis que hablar sobre los perros”.
            Desarraigo, diáspora, errancia son los signos de esa imagen y expresión temporal en permanente mudanza  de uno de esos rostros entrevistos y posibles del poeta en su obra: el Jano bifronte de la escritura como revelación, profecía; poesía total mirando simultáneamente al pasado y al futuro, entre otros núcleos significativos a ser descubiertos en esta selección de textos,  por ese lector esperado en el eterno presente de la lectura (la imagen que aflora unificada en la textualidad de esta antología sería la de un lector implícito, impaciente, que salta del diván confesional hacia un estado de conciencia iridiscente que nos invita a participar en la aventura introspectiva leída y sentida como propia; acción prefigurada como rebelión secreta del ser contra todos los interdictos de los Ministerios de la Salud en Compañero paciente de 2012). Convivencia del poeta y el lector en esta difusa actualidad venezolana, avizorada desde siempre en la escritura y la lectura de la obra del poeta Luis Enrique Belmonte, provisoriamente reunida en este espacio de la realidad anunciada poéticamente  como un extraño devenir que al final  nos alcanzó:

Vendrá otra larga travesía.

Habrá que volver a imaginar espacios tan amplios
como la piel de la luz sobre las praderas.
Y andar en zancos por las ferias o en los andenes,
y cuidarse de las zancadillas y los salvoconductos.

Habrá que pasar la mano
sobre el lomo de los que yacen en las plazas,
y despedir con esa misma mano
a los que se van quedando en los zanjones.

Habrá que volver a empañar los cristales
con el hálito de quien se despereza de un largo invierno.

Vendrá otra larga travesía.

Tendremos que preparar las alforjas
sabiendo que más nunca volveremos
por el mismo camino.

Tendremos que afilar las herramientas,
los colmillos, el corazón,
sin que se seque el pozo de agua clara.

Será como abrir los brazos ciegamente.

Será como ir por un oscuro barranco
y confiarse al fulgor del último cigarrillo.

Será como despertar de un largo sueño
con los ojos del horror, el nuevo día, la maravilla.

Vendrá otra larga travesía.



José Antequera Ortiz
Universidad de Los Andes (Mérida – Venezuela)







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