martes, 11 de agosto de 2020

Reseña sobre Fany, de José Miguel Navas. Por José Antequera


José Miguel Navas (2020). Fany. Santiago (Chile): LP5 Editora, 27 págs.

Dios nos ama
El viento no sabe distinguir sexos,
la belleza
es simple
ella florece en cualquier rostro complacido
los ángeles nos miran tal cual somos (…)

La búsqueda incesante emprendida por la voz poética en pos de un centro en el campo de la expresión, de un lugar de enunciación propio sobre el cual proyectar su presencia en una de las formas de la identidad, representada o dibujada en la escritura como la posibilidad del encuentro añorado con la realidad posible (eso que parece existir como algo difuso fuera de ese centro, con su velo ilusorio de incertidumbres a la espera de ser conocido por ese alguien religado al texto —el poeta y el lector― que busca su ser en las posibilidades de existir en el poema), en ocasiones se presenta como un accionar abrupto, piedra lanzada sobre las aguas en calma de la expresión, sobre los mundos de significación ocultos en la palabra marginada, prohibida por el miedo institucionalizado de los Estados y las Iglesias; la palabra tabú en tanto sagrada, que pugna por saltar sobre el abismo que separa el texto de la realidad, o simplemente abismarse para poder nombrar la unión inicial, genésica, de lo profano y lo santo, ambos sentidos del cuerpo cohabitando en las potencialidades androgénicas de la identidad primordial de lo Uno que concilia a los contrarios: el Ángel del principio y el final, el Jano bifronte que mira simultáneamente al pasado y al futuro, Zurvan o el Tao…

Cuerpo e identidad, en este sentido, plantean en el ritual profano y sagrado de la escritura poética de Fany, de José Miguel Navas (libro recientemente publicado por la editorial chilena LP5 para la colección de poesía “Plateado sobre plateado”), la restitución de los sentidos fundamentales de los encuentros y desencuentros de esa búsqueda anunciada al comienzo de esta indagatoria. Esa lucha sin tregua de la voz poética que oculta a la vez que muestra para el lector/interprete las sinuosidades del texto, la posibilidad de descubrir un marco de significación a partir de las claves de lectura que producen  inusitados destellos en medio de la batalla por encontrar el centro de la enunciación como eje que articula la literariedad de Fany, su identidad definida como totalidad: “Yo transexual”, inicia así su participación en el escenario de las representaciones discursivas del cuerpo, vindicado como expresión concreta de lo poético. Cuerpo escrito que en adelante convoca a la conciencia crítica del lector, a elaborar para sí la ruta sui generis de una praxis cocreadora única e irrepetible que lo llevará a descentrarse y prescindir de los condicionamientos y convencionalismos de su anterior experiencia como lector apartado, protegido por el engañoso principio de distanciamiento de las dinámicas instrumentales de la escritura como tecnología de la palabra.

Desde esa nueva experiencia, la lectura crítica comienza su periplo de descubrimientos, atraídos a la conciencia por el constante descentramiento de la fuerza enunciativa del sujeto sexual que irá construyendo su identidad dentro de una estructura de significación alternativa. Esta confronta su problema expresivo como existencia textual —y sexual—, mostrando desde los condicionamientos dualísticos/dicotómicos de la historia cultural patriarcal, la imposibilidad de un acuerdo angelical o androgénico del ser como presencia que se unifica en una identidad dolorosamente fragmentada. Ante esa imposibilidad de ser en lo uno, emerge la textualidad del poema como recurso de transformación de una realidad cultural, histórica y social actual destinada a ser revertida en el futuro por el cuerpo en transformación de la voz poética.  Sexualidad y textualidad se conjuntan en una dinámica expresiva que se proyecta sobre el horizonte del enunciado como una propuesta poética que no se detiene o tiene su culminación en el nivel significado, el argumento, la historia o el contexto político en pos de la representación del eje temático que trasversaliza a Fany, asunto prefigurado y definido por la editora Gladys Mendía en la presentación del libro. Será, entonces, en la concreción de la imagen, en el símbolo como forma dibujada sobre la piel del poema, donde aflore la sensibilidad —el nivel significante del poema— del cuerpo textual transgenérico, escrito y descrito en su proceso de transformación, o la semiosis que comunica esos otros discursos posibles, derivando  enunciativamente hacia el corpus de fragmentos textuales donde se revelan las claves de lectura destinadas para una interpretación o comprensión de la propuesta poética autónoma y audaz del autor.


como ustedes
fui engañada tantas veces
que solo una gran metáfora me salvó
me he convertido en poema
ahí comenzaba mi verdadera libertad.

Enunciados, fragmentos de corpus/cuerpo de texto sexuado que plantean la crisis de desplazamientos de sentidos de la identidad textuada, asumida como “verdadera libertad”, la que la integra a la escritura del poema. Así, la transustanciación del cuerpo sexuado de la identidad principal de la voz poética: “Yo transexual”, en corpus textual convertido en poema destinado a concebirse desde sí como “mi verdadera libertad”, hace que los enunciados pierdan su relación inicial, literal y estable con el centro de los poderes totalitarios de los referentes en el contexto de la expresión enunciativa que evocan.

            La escritura poética de José Miguel Navas logra prescindir de las lecturas políticas del texto incorporándolas como una posibilidad evidente, por literal, al contexto de testimonios, luchas por la representación y los derechos civiles de la comunidad LGBT, dejando para la interpretación hermenéutica del lector crítico, la posibilidad siempre presente de un descubrimiento de su propuesta poética desarrollada como una requisitoria contra esa primera y evidente propuesta literal de las lecturas a las que nos acostumbró el realismo social de las vanguardias literarias en Venezuela, acompañadas con sus correspondientes estudios críticos. Tales indagatorias militantes, ceñudas, cuya exigencia  principal era la de leer la compleja diversidad del texto como un cartabón plano asociado a la  “realidad”, con el tiempo terminaron por cerrar o cancelar ante la conciencia lo que se podía lograr comprender del texto literario.

La preponderancia en Fany es la de la propia textualidad como búsqueda incesante de la expresión en cuanto trabajo de la forma. Partiendo de esa otra realidad (“me he convertido en poema/ahí comenzaba mi verdadera libertad”), pudiéramos encontrar un sentido más complejo por descifrar: la comunicación del signo poético como manifestación de la libertad en la escritura, llevada o aflorando hacia los descondicionamientos de la percepción que tenemos de la relación que establece la poesía con el mundo.

            Un estudio desligado de las instancias institucionales dentro de la  tradición crítica del realismo social venezolano que ejerce controles sobre los vínculos entre texto y cuerpo (los omnipresentes aparatos ideológicos del Estado que fueron descritos por Althusser), pudiera ayudar a desentrañar y leer dentro del si mismo textual, lo que quiere ser comunicado por el signo poético transtextual convertido ahora en parte de un corpus crítico destinado a un nuevo estudio de la producción textual releída, revisitada, de los/las poetas que incorporaron el cuerpo y la sexualidad a la escritura (Esdras Parra y Armando Rojas Guardia, por ejemplo), incluyendo, por supuesto, al novísimo autor de Fany. La obra de José Miguel Navas, entonces, vendría a ser una valiosa oportunidad para comenzar a descentrar las lecturas de los/las poetas y dirigir la mirada hacia otros horizontes de significación de la escritura poética.


José Antequera Ortiz

Universidad de Los Andes (Mérida – Venezuela)





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