Plaquette de la Colección de Poesía Naciente Venezolana
Ojos de Videotape
Las noches de mis años (adelanto)
Santiago de Chile, septiembre 2013.
***
Amo la pérdida. Amo mi absoluta
desaparición. Mis ojos despegando con el viento, enredados, enraizados con la
luz de la tarde. Camino sobre la lluvia escribiendo el poema. Escribo el poema
en mi alma y la lluvia lo aplasta. Fumo y escribo el poema inagotable. Lo
escribo desde mi rostro, este rostro sin movimiento que nadie ve, este rostro
de colores abandonados, colores, que ningún labio toca, que ningún labio arranca,
este rostro que es ojera y risa, grito y muerte, azul y sangre. Mis besos son
canciones. Diré que no sirvo para nada. Diré la verdad. Diré que soy niebla
entre la niebla, y yo amo mi insondable desaparición. Tengo vacíos los
cuadernos y la casa y mi esperanza también está vacía, esperanza viento,
esperanza humo. Rezo porque olvido. Fumo y escribo el poema, lo conozco. He
conocido el poema como una plegaria. Lo he conocido desde el charco, desde el
hielo enamorado de mis manos. Amo como nadie y a nadie amo. Amo la pérdida. Amo
desde el aire y desde él escribo el poema. He escrito el poema y lo he perdido.
He escrito el poema y lo he matado. He escrito orilla y mano, quebranto y
olvido. Me sé de memoria esta infinita pérdida.
***
Canto y los
recuerdos agrandan la ciudad. Canto y las ventanas se abren. Canto y la lluvia
distorsiona mis ojos. Canto desde un bar merideño, desde la magia violenta de
una esquina. Canto y hago que bailo y me río viendo el techo en soledad hasta
que el sueño me revienta los ojos. Canto y la oscuridad se duerme. Canto y
nadie viene a buscarme. Canto y la esperanza pinta otros colores. Canto y los
muelles dejan de ser promesas. Canto y busco una desoladora imagen donde
abandonarme. Canto y mi alma se transforma en una ola. Canto después del fuego,
de las noches que brillan amargamente entre mi sangre. Canto y mis palabras
inventan un terrible perfume que me cubre. Canto y mis palabras me odian. Canto
y guardo el secreto de estos diecinueve años armoniosamente muertos.
***
Entre el desorden de
mi vida,
de estas horas sin dormir que no pasan,
de este pecho y este corazón anciano
que vive enredado en sabanas mugrientas,
entre el desorden de mi vida,
de esta puesta de sol que no existe
de esta enfermedad
de estos ojos llorosos
y esta nariz roja, rota,
entre el desorden de mi vida
en mi retrato
en mis manos
en la ausencia de mamá
en la ropa vieja y la alegría,
entre el desorden de mi vida pueden
buscarme,
arroparme de abrazos,
darme el último beso
y despedirse conmigo de mi vida,
entre el desorden de mi vida
pueden señalarme el mar aunque esté lejos
porque siento como se derrama
porque siento su voz
elevándose,
atravesando la mía,
entre el desorden de mi vida
díganme cómo puedo comenzar a caminar
otra vez,
cómo puedo comenzar a amar otra vez
cómo puedo jugar con el barro
y mancharme el rostro,
cómo puedo decir siempre sin sentirme
el más culpable de los hombres,
entre el desorden de mi vida
hasta podrían perderse
hasta podrían enamorarse,
entre el desorden de mi vida
no hay peso
ni rastro
ni horizonte
ni estrellas,
hay una habitación sucia
un bombillo que no enciende
unos zapatos empapados
de lluvia,
un corazón quebrado.
de estas horas sin dormir que no pasan,
de este pecho y este corazón anciano
que vive enredado en sabanas mugrientas,
entre el desorden de mi vida,
de esta puesta de sol que no existe
de esta enfermedad
de estos ojos llorosos
y esta nariz roja, rota,
entre el desorden de mi vida
en mi retrato
en mis manos
en la ausencia de mamá
en la ropa vieja y la alegría,
entre el desorden de mi vida pueden
buscarme,
arroparme de abrazos,
darme el último beso
y despedirse conmigo de mi vida,
entre el desorden de mi vida
pueden señalarme el mar aunque esté lejos
porque siento como se derrama
porque siento su voz
elevándose,
atravesando la mía,
entre el desorden de mi vida
díganme cómo puedo comenzar a caminar
otra vez,
cómo puedo comenzar a amar otra vez
cómo puedo jugar con el barro
y mancharme el rostro,
cómo puedo decir siempre sin sentirme
el más culpable de los hombres,
entre el desorden de mi vida
hasta podrían perderse
hasta podrían enamorarse,
entre el desorden de mi vida
no hay peso
ni rastro
ni horizonte
ni estrellas,
hay una habitación sucia
un bombillo que no enciende
unos zapatos empapados
de lluvia,
un corazón quebrado.
***
Tengo miedo de quedarme solo en bares solos.
Solo y encerrado,
solo, como lo predecía mi madre
todos los días quedándose dormida
rezando por mí.
solo, como lo predecía mi madre
todos los días quedándose dormida
rezando por mí.
Solo y sólo con las sábanas desteñidas
solo y sólo con la voz del corazón,
solo y sólo,
conmigo y nadie más.
solo y sólo con la voz del corazón,
solo y sólo,
conmigo y nadie más.
***
Mi conciencia es vieja,
áspera y maldita.
Me están matando las veces que perdoné entre las flores.
Perdoné,
perdoné y nada más quedó el silencio.
*
Escribo desde el pasado, al pasado siempre vuelvo, son las
noches de mis años. Son hondas las heridas, cortos los amores, invisibles, los
amores. Son las noches de mis años. Mis manos calcando el horizonte. Mis ojos
mudándose de espaldas, silbando desde el corazón del viento. Son las palabras
que me callo. Son las bocas que se llevaron la mía. Son los recuerdos que me
crecen como luces en la piel. Son las lunas que le devolví a la noche para que
no me dejara solo, para que no me dejara solo. Son todos los nombres, que de
tanto gritar, marchité. Son los dedos ciegos, las sombras y los barrios. Son
las calles vacías que me borran los recuerdos. Reconozco lo que siento. Mi voz
curtida titilando desde esta habitación, quemándose en mis poemas, trepándose
en mi dolor. He vivido todos los poemas que no he escrito, siendo el agua y la
orilla, el agua y el beso, el pasado que escribo cada noche, durante la noche.
***
Reviví caminos en minutos, bolsas de
basura, ojos, bocas, manos. Reviví. Reviví caminos húmedos, vacíos,
imperiosamente vacíos. Reviví caminos donde la juventud era una mirada y no
otra cosa. Reviví caminos y canté a mi voluntad desnutrida en silencio. Reviví
caminos y sentí el accidente, el autobús, el dinero roto de la semana, sentí el
gentío revolviéndose, escupiendo mi reflejo, sentí la ausencia de quienes me
amaron y reviví más caminos sin llamar la atención, apuntando el sol con una
rosa, con una mano que acaricia mi grito. Viva la calle, la noche, el poema, la
infinita maldición.
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