jueves, 1 de mayo de 2014

Versión para Blog: EBRIEDADES CIRCUNSTANCIALES, Sara Enmanuel Viloria (Maracaibo, 1990)

Plaquette de la Colección de Poesía Naciente Venezolana
Anhedonia
EBRIEDADES CIRCUNSTANCIALES
Santiago de Chile, mayo 2014



Trstie


Esta sombra tan frecuente, tiene manchas azules en su vestidura. Tú apareces y desapareces, como la risa del viento un día de enero, velas negras, tus huellas pisando mis talones y la luna de abril que apareció el mes pasado.
Este don mío, de no decir lo que escribo por temor a traerte de vuelta, como si ya no permanecieras en mis dedos húmedos de tinta, tanta tinta, tinta tonta, tanta muerte en esta copa de vidrios color atardecer sostenido en la menor. Río, me desvisto, me toco, al fondo de mi vientre vive tu latido, suceder involutivo de las mariposas. El Cíclope, la botella derramada en mi cuerpito adolescente, al fondo de mi vientre vive tu latido, suceder involutivo de las luciérnagas. Luz iridiscente, el amor al revés tiene sentido y no me gusta.
Una mancha amarilla, pinceladas tímidas, todas tan mías, tan ausentes. Pedacito de canela, muñequito vudú, té de azafrán empapando tus pestañas glaseadas de soledad, si despiertas, verás mi ventana y tras ella el fin del mismísimo universo, esta sombra tan ridícula, nos abraza y nos abandona en un aire de vinos evaporados al calor de una fogata de llamas y lamidos en tu sexo, amargura pura.
Que belleza, el cielo y la muerte del cielo, la tierra y la muerte de la tierra, tu ausencia y la muerte de tu letanía de lujurias maduradas en papel crepé, boca de celofán, campanadas a las tres menos cuarto y tu habitación inundada de interrogantes con un SÍ en tu pecho, en tus manos mis orejas escuchando el palpitar de tu ritmo, el olor y tu pulso, la vieja manía de tocar tu estómago, bendito, fruto de maldiciones arrancadas de mi silencio.
Me haces falta, los médanos te devuelven, partículas, cenizas amarillas que estampan tu cadáver en el sol, guiando mis días por una franja de letras esparcidas como sombras, en esta ciudad de desperdicios lunares, tú antes que nada, eres el centro de venus, un alter ego que revive mis deseos masculinos, de llevarte a la cama, este triste mar de ropajes vacíos, tu ausencia me toca y siento escalofríos.
Muertes lentas se desdibujan en mis tatuajes, resecos, hay grietas entre los poros de mi piel y tus lagañas violeta, hay uñas marrones rasgando este bastidor sin historia recitada, me consigo en los espejos, están por todo el suelo que piso, parece que se diluyera, pero solo es agua, besos ácidos que mis pies reciben de tu casa, el infierno de loas de papel, arcoíris, este desorden, está locura, esta necesidad.
Una pastilla. Dos pastillas, los cigarrillos no te elevan, eres una figura de humo sólida. Al fondo de mi vientre vive tu latido, Suceder involutivo de las libélulas. Río densísimo, ahogado en pozos de lodo donde respira tu fantasma, alimentándose de hierbas y sueños todavía ocultos en el destino, vereda inconclusa, terrible búsqueda, mantequilla estampada en tu tapete, mejillas de porcelana besándose en el techo.

¿Temo?
Parece que no terminaré de salir nunca, tejidos de vellos blandos donde reposan nuestros fantasmas, nuestros sopores, somos figuras y la angustia nos une y nos abraza, un contenido de millones de vacíos, un vapor de orgasmos consumidos en el cenicero, una tetera en silencio, repleta de purísima sangre, nuestra.


Al fondo de mi vientre vive tu latido, suceder involutivo de las golondrinas, y esta sombra tan frecuente tiene manchas azules en su vestidura, suceder involutivo del olvido.





Cuadro Vudú

Te estampo con una línea, y de repente ya eres tú, tomando forma en mis propios territorios infinitos...

Te llevo al suicidio, pero bien sé que estás naciendo, saliste de mí para volverte más mío. 
Vas liberándote como mancha, yo voy haciéndome cautiva, en punto de este encuentro, dejo de ser yo y me vuelvo tuya. Como si mi mano, compuesta por cenizas azules, se desintegrara y con un color padeciente cantara tu nombre.

Haces presencia, en cada punto maldito donde poso mis ojos, y toda la blancura del mundo se va tiñendo...
Marrón. Púrpura. Cobalto. Un punto negro se debate en tu pecho, no sabe si lanzarse al vacío...

Curiosamente, estoy muy lejos de perpetuar tu rostro, esto más bien tiene que ver con cosas del alma. Quizás es por eso que uso los dedos para dispersar la luz empastada, y no los labios, esos que se impregnaron de aglutinantes, y aprendieron a callar. 
Por eso quizás, el arte no tiene que ver con representar (perpetuar), sino con profunda necesidad de olvido; en el proceso nos llenamos las uñas de alfileres, y no es que sangremos pintura roja... Es que vaciamos caricias que no fueron perpetuadas en los viajes del tiempo, en las galerías de la sobre valorada soledad...

En este juego donde juego que te invento, eres más real y sin siquiera notarlo, también sufres la desidia de una mano que ya no grita. 

Un trazo que hace tiempo trazó toda esperanza, tachó toda posibilidad, nació de una gama fría y se congeló en el tiempo. 
De allá vienes imagino, de un espacio reducido a la intimidad de las paredes tras el bastidor, de una esquina donde solo vive lo real, lo no vivo, lo objetual, lo concreto.  

¿Desde ese infierno es que has venido a herirme? ¿Desde ese infierno mueves tus manos y juegas a las muñecas, mientras yo vacilante prendo fuego al lienzo? 

Susurro: en un intento de salvarme, en un intento de no pintarte (ahí es cuando de verdad desaparezco)...  Y la línea se vuelve palabra.


Capullos Copular (lanza la canica)

Los veo desprenderse, como queriendo parirse a sí mismos, como queriendo morir desde que nacen, como evadiendo la vida y apresurándose al surrealismo de los sueños, como si solo existieran durante el movimiento rápido del ojo. Van desprendiéndose de los árboles, frágiles, se elevan por milímetros, luego comienzan a caer, danzan con partículas de polvo, se excitan entre ellos con los rayitos de luz que apenas le tocan. Qué bonitos capullos blancos, precipitados a la muerte en la ciudad, repartidos entre los bancos de las plazas y las esquinas húmedas de la última lluvia, que hermosos los árboles como se desprenden de su belleza y se vuelven cadáveres vivos, vacíos, pelados, a los ojos de los transeúntes...

¿Los ves? son las palomas del siglo XXI, son las estrellas de los que no saben del universo, son poemas fugaces sin amor ni romance, son solo capullos, precipitándose al olvido, con un susurrar odioso entre sus cuerpitos frágiles de venas llenas de sabia, leche y tierra, van así, cayendo lentamente ante mis ojos apagados, van súbitamente cantando los cantos del silencio, van besándose y alejándose, ¡como romeos y julietas con finales inesperados tan Jodorowsky! Van agrupándose en los capós de los autos, van juntándose como esperma densa, van esperando una gran explosión de aire que los libere, van dejando que las bocinas griten sus propios orgasmos, y así la vida, el placer, el cielo, los capullos, los ojos apagados que copulan descubriendo distintas muertes....

¡Por Dios ya lanza la canica, no tengo todo el día!




sunday


Hojitas verdes, como abren sus piernas entre las ramas secas, como se liberan y se van volando como capullitos con esporas y polvo y también tienen en su raíz esa ramita que las sostiene, ese pedazo de dulzura. Este escrito no es para mí, sino desde mí,  embriagada, viendo el árbol desde la ventana, y como se seduce a sí mismo, besándose, viéndose en el reflejo de la ventana sucia... esto ni siquiera tiene que ser bueno, tiene que tener vida y entonces morir joven y así, perfecto, pero no, no precisamente bueno... Creo que este árbol es malo. Sí, olivo maligno.

Y el viento, habla tanto desde el frente, como cantando, recitando los cuentos de antaño mientras las ramas se quiebran y no lo veo, porque son los átomos, yo lo que quiero decir es que sé que esto quizás no es algo, sino como una plática ridícula, algo sin mucha sustancia, pero esas hojitas verdes. Bueno tú podrías entenderlo si estuvieras ahora aquí, viendo lo que yo veo desde esta esquina hundida del sofá. Demasiados datos espaciales, ya podrías armar una historia que sí tuviera sentido  y hasta mis uñas negras, te lo juro, se clavarían con aprehensión entre tus letras, buscando la lupa, el "sí" ampliado, la aprobación al mundo entero, el universo desparramado y también desde luego, la muerte.

Ebriedades circunstanciales, mentales, ¡ENJOY YOURSELF! El mundo no va a parar de dar vueltas, no va a parar de inhalar hojitas verdes.




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